Que España tenga más superficie forestal arbolada que hace 100 años no significa que los ecosistemas estén más sanos
Un pódcast relaciona de forma engañosa la superficie forestal arbolada con una mejor situación de los ecosistemas
¿Qué se ha dicho?
Que la repoblación forestal está mejor que hace 100 y 200 años.
¿Qué sabemos?
Que haya más superficie forestal arbolada no es necesariamente una consecuencia de que los ecosistemas en general están en mejores condiciones que hace un siglo. La repoblación debe ir acompañada de una gestión forestal para, entre otras cosas, prevenir incendios.
Un pódcast con presencia en iVoox y más de 3.800 visualizaciones en YouTube ha señalado durante la emisión de uno de los programas que “la repoblación forestal está mejor” que hace 200 años, y que la Sierra de Guadarrama (Madrid) han pasado de estar “pelados” a principios del siglo pasado, a lucir “todo frondoso”.
Es un razonamiento ENGAÑOSO. Es cierto que se ha producido una repoblación forestal muy relevante tanto en España como en Europa en los últimos 100 años, debido principalmente a un crecimiento espontáneo fruto del abandono de las explotaciones ganaderas y de una evolución de la economía, que ha pasado de estar centrada en la agricultura a los servicios. Que haya más superficie forestal arbolada en un territorio, sin embargo, no es un dato más beneficioso o perjudicial para los ecosistemas en sí mismo. Aunque es cierto que los bosques ayudan a mitigar la emisión de gases con efecto invernadero, la repoblación y expansión espontánea debe ir acompañada de una correcta gestión forestal para prevenir los incendios, más peligrosos por culpa del cambio climático.
La repoblación forestal está mejor que hace 200 años […] Tengo fotos yo de las tierras de España, de la Sierra de Guadarrama, aquí en la provincia de Madrid, en 1901, y 1905, eran montes pelados. […] Está todo ahora que lo ves todo frondoso.
Es cierto que en España hay más superficie forestal arbolada que hace 100 y 200 años, como reconocen papers científicos y fotografías de la época y que corroboran los expertos consultados por Verificat. “La presión [ganadera] sobre el territorio fue muy fuerte, y llega al máximo a los siglos XVIII y XIX”, señala Eduardo Rojas Briales, doctor en Ingeniería de Montes por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), y antiguo responsable del Departamento Forestal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Más adelante, ya a partir del siglo XX, los bosques empezaron a recuperar la vegetación que durante años habían perdido: “En 1930, había unas 7 millones hectáreas de bosque en España; en 1970, 12… y, ahora, unas 19 millones de hectáreas”, concluye.
En Catalunya, el crecimiento de la superficie forestal arbolada es un fenómeno “muy generalizado, aunque no es homogéneo en todo el territorio”, cuenta a Verificat Eduard Pla, doctor en Ecología por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) e investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
Esta tendencia se debe, al igual que el resto de Europa, “al progresivo abandono de la actividad agrícola, ganadera y forestal que se ha producido en los espacios menos productivos de la montaña media, especialmente”, lo cual ha dado lugar a un “reverdecimiento (repoblación) espontáneo por vegetación natural en la mayoría de los casos”, concluye Pla.
Bosques frondosos no equivale a bosques mejor gestionados
Si bien la deforestación no es un problema “desde hace 150 años” en España, indica Rojas, se trata de una de las principales causas del cambio climático: los bosques retienen CO₂ y ayudan a capturar el que está disponible en la atmósfera. Sin embargo, es muy distinto un bosque antiguo que uno nuevo o de reciente creación. Sin una correcta gestión forestal implica, por ejemplo, que los bosques tienen “más riesgo de incendio, pérdida de paisajes en mosaico —paisaje donde conviven campos cultivados, huertas, sembrados, pastos y diferentes tipos de bosques— y biodiversidad asociada”, debido al abandono y al aumento consiguiente de superficie forestal, enumera el experto.
Es precisamente lo que destaca su trabajo publicado en 2022, en el que junto a otros investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), concluyó que el aumento de superficie forestal en la cuenca mediterránea por abandono rural había desencadenado un “colapso forestal” que, conjuntamente con los efectos del cambio climático, podía haber originado un agravamiento de los grandes incendios ocurridos en esta región.
Otros trabajos en la misma línea han descrito otros problemas que pueden surgir del abandono rural y consiguiente aumento de superficie forestal arbolada, como una modificación del paisaje a otro más homogéneo, la reducción de las reservas de agua por mayor consumo por la vegetación, la disminución de la biodiversidad local y la pérdida de valores culturales y estéticos. Otra revisión publicada en 2020, que hacía un análisis a nivel global, señala que estos efectos perjudiciales del abandono del campo antes mencionados pueden darse con más probabilidad en “la cuenca mediterránea y otras regiones secas del mundo”.
Eso no quiere decir que el aumento de la frondosidad siempre sea problemático. De hecho, Rojas también destaca que, en algunos territorios, el aumento de la masa forestal puede ser incluso beneficioso. “Tiene muchos aspectos positivos, como menor erosión, mayor vida útil para los embalses, más CO₂ secuestrado, más producción potencial de biomateriales como la madera o más biodiversidad forestal”, apunta.
Plantar árboles para capturar carbono
El secuestro de carbono a través de los árboles es una de las estrategias de mitigación del cambio climático más planteadas y debatidas que hay. Un estudio publicado en 2019 en la revista Science indicaba que plantar árboles en zonas propicias podría capturar un 25% del total de emisiones presentes en la atmósfera actualmente.
Sin embargo, no es un método perfecto: para empezar, un árbol no crece de un día para otro, por lo que el almacenamiento de carbono no tendría lugar de forma inmediata. Además, tal y como señalan miembros de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina en un informe publicado en 2019, para que realmente influyeran en el clima, habría que encontrar un espacio suficiente para plantar un gran número de ejemplares, pero puede ser que reutilizar una cantidad significativa de tierras agrícolas actuales para el cultivo de nuevos bosques pudiera reducir significativamente la disponibilidad de alimentos y dañar la biodiversidad. Finalmente, existe el riesgo de que esos bosques se incendien y vuelva a emitirse a la atmósfera todo el CO₂ capturado.
Por tanto, que el aumento de superficie forestal sea positivo o negativo en términos climáticos no depende tanto de si hay mayor o menor masa forestal, sino del territorio en el que se ha producido ese incremento, y en si, además, tal desarrollo ha venido acompañado de una gestión del territorio; algo que, al menos en España, no es habitual.
La deforestación también es cíclica
“Los análisis de polen demuestran que después de la última glaciación —conocida como glaciación de Würm, y que finalizó hace 12.000 años— había aproximadamente un 50% del territorio de la Península sin arbolado y pinos”, concluye Rojas, de la UPM.
En otras palabras, el famoso dicho que aseguraba que en la época de los Romanos una ardilla podía recorrer España desde Algeciras a los Pirineos sin necesidad de bajarse de los árboles, dice, “es más mito que realidad”.