Nereida Carrillo: «Necesitamos formación para ser responsables a la hora de consumir información en internet»
Nereida Carrillo: «Necesitamos formación para ser responsables a la hora de consumir información en internet»
Nereida Carrillo es doctora en Periodismo y Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona, periodista, investigadora y profesora en la UAB. En un momento en que el acceso a la información contrastada y rigurosa es cada vez más difícil a raíz de la irrupción de internet y las redes sociales, se ha convertido en una de las pioneras en acercar la verificación digital a jóvenes, docentes, familias, periodistas, bibliotecarios y ciudadanía en general. Y lo ha hecho a través de la plataforma Learn to Check, nacida en 2020, y de talleres de educación mediática.
¿Cómo definirías la desinformación y por qué nos preocupa especialmente ahora si siempre ha existido?
La desinformación es la información elaborada con la intención de perjudicar a los sistemas democráticos. Su principal objetivo es engañar a quien la recibe para obtener un rédito político, económico, personal o de algún otro tipo. Cuando las personas amplificamos este contenido sin saber que es falso, estamos ante un fenómeno llamado misinformation. Si bien es cierto que el fenómeno de la desinformación ha existido siempre, también lo es que ahora, con internet y las herramientas digitales, se ha vuelto más sofisticado y viral. Hasta el punto de que durante la pandemia, la incertidumbre y la desconfianza hacia la información recibida a través de las redes sociales y los canales de mensajería instantánea ha sido una constante.
Tanto es así que la OMS ha empezado a hablar de infodemia para referirse a la epidemia del caos informativo. ¿Cuáles son los canales más comunes para infoxicarnos?
Por una parte, las redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, que están presentes en nuestro día a día tanto para relacionarnos personalmente como para informarnos. Por otro, WhatsApp o Telegram, que son extremadamente peligrosos porque son sistemas cerrados, de manera que es más fácil que la desinformación circule, ya que es difícil rastrearla y consecuentemente combatirla. Allí tenemos los contactos en los que confiamos, como familiares y amigos, y es más fácil que seamos vulnerables y creamos lo que nos envían. El fenómeno de la desinformación es muy complejo y multifactorial y si bien parece imposible eliminarla sí que deberíamos tratar de reducirla.
¿Qué pueden hacer las empresas tecnológicas para combatir la desinformación?
Las plataformas de redes sociales han llegado a acuerdos con distintos fact-checkers para detectar y señalizar los contenidos engañosos o directamente falsos. ¿Cuál es el problema? La velocidad. La desinformación circula mucho más rápido que la contextualización. En otras palabras: el proceso de verificación es más lento y llega más tarde, cuando el mensaje falso ya ha calado entre la ciudadanía. Por otra parte, buena parte del modelo de negocio de las tecnológicas pasa por los clics. A las empresas tecnológicas les va bien que haya informaciones inexactas, exageradas, erróneas, etc. que pueden suscitar interés entre los usuarios, pues de esta forma se aseguran que captan nuestra atención y aumentan los ingresos a través de nuestros datos.
Sin embargo, se atrevieron a bloquear y posteriormente eliminar la cuenta de Donald Trump. ¿Es una buena práctica para combatir la desinformación?
Fue una decisión que generó muchas dudas respecto a la libertad de expresión. ¿Son las empresas de redes sociales las que deben decidir si eliminar o prohibir determinadas cuentas de usuario o determinados contenidos? ¿Con qué criterios? ¿Por qué cierran el perfil de Donald Trump pero siguen abiertos otros perfiles polémicos que difunden mentiras? ¿Por qué borran unos contenidos y no otros?
¿Qué papel juega la ciudadanía?
El consumo de información se da en un entorno cada vez más complejo en el que no existen fronteras claras entre cuando nos informamos, nos entretenemos, nos relacionamos con amigos y familiares, etc. Así que necesitamos una formación para ser responsables a la hora de consumir información en Internet. Los fact-checkers alertan sobre la desinformación, pero los ciudadanos debemos empoderarnos. Las redes sociales se han convertido en unas herramientas de gran utilidad para los periodistas, que pueden acceder a una mayor cantidad de fuentes de información y difundir noticias que en tiempos pasados no saldrían a la luz. Pero a la vez existen una serie de riesgos asociados que han favorecido la desinformación, como la inmediatez, compartir informaciones que no son suficientemente cuidadosas o no han sido suficientemente contrastadas.
Learn to Check nace precisamente con este objetivo: formar a la ciudadanía para hacer un consumo responsable de la información.
La respuesta a la desinformación debe ser tanto individual como colectiva, pues, como hemos dicho, es un problema complejo y multifactorial. Como ciudadanos, podemos sospechar más, aprender a verificar y no amplificar mentiras. Por eso, necesitamos unos conocimientos, unas habilidades y algunas herramientas digitales. Desde Learn to Check intentamos hacer llegar estas herramientas y habilidades para empoderar a la ciudadanía, pero también debemos exigir y valorar respuestas sociales: de las instituciones y los gobiernos; de los profesionales de la información y de los medios; de las plataformas tecnológicas; del mundo educativo, sanitario y de otros muchos ámbitos.
Además de ayudar a la ciudadanía a hacer un consumo de información responsable, ¿les ayudáis en su bienestar digital?
Sí, también tenemos formación en relación con la relación que establecemos con las pantallas. En este sentido, los jóvenes son un target muy vulnerable porque construyen parte de su identidad en el entorno digital y nadie les ha enseñado que lo que aparece en las redes sociales es una gran ficción. Les hemos dicho que lo que ocurre en el cine o en la tele es mentira, pero no les hemos advertido de que lo que ven en las redes también lo es. En cuanto a las personas mayores, las necesidades son otras: desde enseñarles a realizar videollamadas hasta evitar una ciberestafa, pasando por una formación básica para navegar en internet.
¿Qué papel debería jugar la escuela en este ámbito?
Las escuelas se están adaptando al entorno digital de forma desigual. Hay algunas que ya lo han incorporado al currículum y otras que no y avanzan gracias a la buena voluntad de algunos profesores. Sea como sea, habría que incorporar la educación mediática digital en las escuelas de una manera transversal, es decir, debería estar presente en todas las asignaturas, pues tú puedes enseñar la verificación digital con contenidos relacionados con las matemáticas, la ciencia, la historia, etc.
¿No crees que debería existir una asignatura para utilizar las nuevas tecnologías?
Es otra fórmula, que puede valorarse. La cuestión es no detenerse y probar distintas cosas. A partir de la prueba y el error, encontraremos la mejor manera de hacerlo, pero no tenemos tiempo para frenar, pues la desinformación tampoco se detiene y gana terreno día tras día. Debemos plantear talleres para jóvenes y profesorado para fomentar la educación mediática digital en las aulas. Es una necesidad urgente y debemos actuar conjuntamente ya.