Liliana Arroyo: «Los docentes deben acompañar a los jóvenes en el uso de la tecnología»
Liliana Arroyo: «Los docentes deben acompañar a los jóvenes en el uso de la tecnología»
Liliana Arroyo es doctora en Sociología por la Universidad de Barcelona y está especializada en transformación digital e impacto social de la tecnología, temas que estudia como investigadora vinculada a ESADE. En su libro, Tu no ets la teva selfie (Pagès editors, 2020), Arroyo explica cómo nos representamos en las redes sociales y señala la angustia generada por esta representación, principalmente entre los más jóvenes. Hablamos con ella sobre educación, tecnología y hábitos digitales saludables.
Empezamos desmintiendo un mito. ¿Existen los nativos digitales?
Absolutamente, no. Es cierto que hay una generación que ha nacido con la tableta bajo el brazo y no tiene tantas dificultades a la hora de explorar la tecnología, de aprender con herramientas digitales mediante gestos simples, pero a mí me gusta poner la metáfora de la electricidad para explicar que aunque sepan utilizar las herramientas eso no significa que entiendan el sistema.
¿Cuál es esta metáfora?
Una criatura con tres años puede entender que si se pulsa el interruptor se enciende la luz, pero no tiene porqué saber qué es y cómo funciona la electricidad. Pasa lo mismo con la tecnología: los jóvenes pueden ser muy ágiles con las herramientas, pero no entienden el funcionamiento de las empresas tecnológicas que hay detrás. Lo más grave de la falacia de los nativos digitales es que inhabilita a los migrantes digitales, es decir, los que adoptan las tecnologías más tarde y con dificultades.
¿Por qué?
Los hace sentir que no pueden acompañar, que no pueden educar, porque no tienen esta capacidad de manejo y esto ha generado mucho bloqueo entre familias y educadores, que sienten que son la primera generación que han de educar en un mundo que no entienden. Sin embargo, las tecnologías digitales hace tiempo que forman parte de los espacios educativos.
¿Cuáles son las principales ventajas?
Tienen muchas ventajas. La primera es que internet es una ventana al mundo que antes no teníamos. Un acceso al conocimiento infinito. Segunda, reformulan el concepto de aprendizaje. Por un lado, caen las barreras geográficas. Por ejemplo, con la docencia híbrida, ahora si un estudiante se rompe una pierna y no puede ir a la escuela, podrá seguir la clase a través de internet. Por otro lado, caen las temporales. El hecho de aprender va más allá de algo que pasa entre las paredes de la escuela de 9 a 17h.
¿Cuáles son los retos?
Todas las brechas digitales. La que parece más fácil de resolver, aunque todavía no está resuelta, es la del acceso a los dispositivos y la conexión. Pero una de las que más me inquieta es la del uso de las tecnologías. Me preocupa dar acceso a unas herramientas que algunos usuarios no saben utilizar desde la comprensión y el uso responsable. Es como darle un coche a alguien que no sabe conducir: puede convertirse en un arma de matar.
¿En qué sentido?
Hay una serie de cosas que la tecnología no explica. Ni tampoco la escuela, ni la sociedad. Del mismo modo que cuando vemos una película sabemos que estamos consumiendo ficción, porque nos lo han explicado, es necesario que alguien te hable, por ejemplo, de la fiabilidad de las fuentes para no convertirte en cómplice de la desinformación. Exacto, hace falta alfabetización digital.
¿Qué entiendes tú por este término?
Primero, y más básico, identificar los momentos en que consumimos información. Los jóvenes que se informan a través de las redes sociales están consumiendo al mismo tiempo dos noticias, un anuncio, cuatro mensajes de amigos y familiares … Y no es lo mismo el sentido crítico que ponemos ante una noticia, un anuncio o el mensaje de un amigo. Este colapso de los contextos, que define danah boyd, no nos facilita acercarnos a la información de manera crítica y con distancia. No es lo mismo que abrir cuatro diarios digitales para informarse o que recurrir a una lista de Twitter elaborada a conciencia para acceder a los titulares del día.
Y una vez estamos predispuestos a consumir noticias, ¿qué consejos darías?
Entonces ya entramos dentro del medio y buscamos quién lo publica, con qué fuentes, qué vías de financiación tiene el medio, etc. También es interesante analizar los titulares, pues a menudo se generan titulares clickbait para confundir a la ciudadanía. Un buen ejercicio con los jóvenes es enseñarles qué características sigue un titular para hacerse viral y pedirles deconstruir titulares de este tipo. Es muy interesante porque el alumno juega el rol de productor y consumidor de información al mismo tiempo.
¿Hay una buena alfabetización digital en Cataluña?
Diría que ahora mismo, dentro de los centros, se implementa en función de la voluntad de los propios docentes. Es necesario que los profesores entiendan la importancia de esto y que tengan espacios de referencia donde encontrar ejemplos. Junto con el trabajo que vosotros hacéis, tenemos también Learn to check, por ejemplo.
Las plataformas de verificación estamos preocupadas por los sesgos de confirmación.
Si las indicaciones básicas para consumir medios tradicionales de manera crítica ya cuestan, por ejemplo, consultando siempre tres medios con creencias opuestas, trasladarlo al entorno digital, es aún más complicado. ¿Cómo luchar contra las propias creencias? ¿Cómo cambiar la información que te envía tu tía, que para ti es una persona de total confianza?
Esto ya es otro nivel.
El refuerzo de las propias creencias y los sesgos de confirmación son algo adaptativo. Al igual que hay un pájaro con las alas más cortas porque si no no puede volar más lejos. Nuestro comportamiento tiene una funcionalidad adaptativa, pero hay que entenderlo e ir más allá.
¿Cómo podemos dar confianza a los migrantes digitales para decirles que su trabajo es imprescindible?
La alfabetización digital es un trabajo en equipo. Los jóvenes ponen el conocimiento digital y los adultos el criterio. Y el criterio se puede construir en analógico. No es necesario que conozcas la tecnología a fondo para conocer las preguntas clave: ¿quién me está diciendo qué? con qué intención? quién paga la información? Son las preguntas previas a la tecnología lo que nos hace falta y aquí nos tienen que ayudar.