Las vacunas de la covid-19 no son catalizadores de la replicación viral
Verificamos un artículo publicado por un profesor emérito de Estudios Hispánicos en el portal de noticias Vilaweb
¿Qué se ha dicho?
Un artículo publicado en un portal web asegura que las vacunas podrían ser catalizadores de la replicación viral, que no frenan la transmisión del virus a diferencia de lo que aseguraron los políticos al inicio de las campañas de vacunación, que las pruebas PCR son máquinas de falsos positivos y los CDC las han dejado de utilizar, que las personas que no se han vacunado resisten mejor las nuevas variantes y que el tratamiento con ivermectina ha dado buenos resultados en Japón.
¿Qué sabemos?
No hay ninguna prueba de que las vacunas de la covid-19 contribuyan a replicar el virus dentro del cuerpo, y no hemos encontrado ningún mensaje recurrente de los políticos españoles y catalanes donde ocultaran que las vacunas no tenían la capacidad de parar la transmisión. Por otro lado, ni los CDC han dejado de emplear las pruebas PCR como herramienta diagnóstica, ni estas son máquinas de falsos positivos. El texto en el que se basa el autor para afirmar que las personas no vacunadas resisten mejor las nuevas variantes no dice esto y tampoco es cierto que Japón haya administrado masivamente ivermectina. Ningún país del mundo ha aprobado su uso fuera de los ensayos clínicos.
El portal de noticias catalán Vilaweb publicó un artículo firmado por Thomas Harrington, un profesor emérito de Estudios Hispánicos del Trinity College (Hartford, EEUU) que afirma que “las vacunas [de la covid-19] podrían ser catalizadores de la replicación viral” o que la ivermectina ha impactado positivamente en las cifras de hospitalizaciones y casos de covid-19 en países como Japón. Analizamos los argumentos del artículo, basado en aseveraciones engañosas, falsas o sin base científica. De hecho, el texto parece una traducción automática del inglés ya que incluye términos como “pruebas clínicas” que en realidad son “ensayos clínicos”.
“Existe un cuerpo emergente de estudios –de países como Escocia e Israel– que sugieran que las vacunas no sólo no bloquean la transmisión del virus sino que podrían ser catalizadores de la replicación viral”
El autor acompaña el texto con un enlace a un blog que, a su vez, remite al informe estadístico de invierno del sistema de salud pública escocés. Este reporte, que incluye datos de contagios, hospitalizaciones y muertes en función del estado vacunal muestra, efectivamente, que las tasas de infección, hospitalización y muerte en personas que han recibido dos dosis son superiores a las de las personas que no se han vacunado.
Sin embargo, el propio informe alerta en repetidas ocasiones de que "hay una serie de diferencias entre los grupos además de la vacuna como tal y estos sesgos implican que no puedes usar las ratios para determinar cómo de bien funcionan las vacunas" y recomienda leer un post del blog de la Agencia de Seguridad de Salud del Reino Unido (UKHSA, por sus siglas en inglés) para interpretar los datos adecuadamente. A diferencia de los informes del Ministerio de Sanidad español, por ejemplo, los datos no están separados en franjas de edad, pese a que "las hospitalizaciones y muertes están fuertemente lideradas por los mayores".
El mismo informe añade, en el caso de las muertes, que “la mayoría de estos individuos (93,6%) tenían algunas comorbilidades que contribuyeron a sus muertes y que la edad media era de 78,1 años”. Es decir, el documento que aporta el texto no sirve para sustentar el argumento del autor.
Verificat no ha sido capaz de encontrar estudios que concluyan que las vacunas tienen la capacidad de acelerar la replicación de los virus, algo que también ha confirmado Adelaida Sarukhan, inmunóloga y redactora científica del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona: “No hay ninguna evidencia de que las vacunas catalicen la replicación viral. No tiene ningún sentido”.
La transmisión del virus
Aunque es cierto que las vacunas no siempre bloquean la transmisión, como bien recuerda Sarukhan, sí la reducen. En primer lugar, “disminuyendo la probabilidad de que una persona vacunada se infecte”. La inmunóloga adjunta un pre-print en el que se muestra que los primeros estudios apuntan a que “incluso con ómicron, que escapa parcialmente a los anticuerpos neutralizantes, una persona vacunada y con refuerzo tiene la mitad de probabilidad de infectarse que una persona no vacunada”.
En segundo lugar, “si una persona vacunada se infecta, parece eliminar el virus más rápidamente que una no vacunada aunque la carga viral sea similar y, por lo tanto, la probabilidad de que contagie a sus contactos es menor”, concluye la inmunóloga, quien remite a un estudio danés reciente que ha demostrado que las personas no vacunadas tienen un 40% más de probabilidad de infectar a otro miembro de la familia que las vacunadas, incluso con ómicron.
"Las pruebas clínicas no aportan ninguna, repito, ninguna evidencia sólida de que las vacunas eviten la infección o frenen la transmisión del virus. Pero esto no va a impedir que las autoridades dijeran cínicamente cada dos por tres que tenían precisamente esta capacidad especial."
Es cierto que, tal y como dice el autor, las vacunas no evitan la infección, pero empieza a haber estudios que apuntan a que las vacunas sí reducen la transmisión del virus (aquí, aquí y aquí). No es verdad que las autoridades “dijeran cínicamente cada dos por tres que tenían precisamente esta capacidad especial” de evitar la infección o la transmisión. Por lo tanto, los argumentos que da Harrington son FALSOS: sí existen estudios que han determinado que las vacunas podían frenar la transmisión del virus, al menos hasta la irrupción de ómicron; por otro lado, las autoridades nunca han promovido esta idea, sino que tenían la capacidad de reducir hospitalizaciones y, sobre todo, muertes.
Ya en este artículo publicado en mayo (apenas medio año desde que comenzara la campaña de vacunación en España) hablábamos de que había estudios en la vida real que señalaban que en mayor o menor medida, las vacunas evitan [también] la infección sin síntomas, lo que en palabras de José Antonio Navarro-Alonso, especialista en Pediatría, experto en vacunación covid-19 y uno de los fundadores de la Asociación Española de Vacunología (AEV) significaba que las vacunas podían “impedir la replicación del virus (menor infecciosidad) y, por tanto, su diseminación a los contactos del vacunado (menor contagiosidad)”.
Ahora la situación ha cambiado debido a la variante ómicron —es mucho más transmisible que la delta—, pero los informes pasados presentados por el Ministerio de Sanidad han mostrado desde noviembre de 2021, fecha en la que además empezaron a diferenciar entre vacunados y no vacunados (sobre lo que hablamos aquí), que la vacunación contribuía a reducir la probabilidad de contagio, hospitalización y muerte, y mostraban una eficacia similar a las que “se dieron en su momento” en los ensayos clínicos, según aseguraba a Verificat Jorge Carrillo, vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).
Lo que decían los dirigentes políticos
Tampoco es cierto que las autoridades, al menos en España y Cataluña, ocultaran que las vacunas no tenían la capacidad de frenar la transmisión. Entre el 27 de diciembre de 2020 hasta el 27 de enero de 2021, durante el primer mes de la campaña de vacunación, los principales organismos catalanes y españoles se mostraron precisamente cautos sobre este asunto y no hemos encontrado ningún mensaje recurrente en el que se expresara, tal y como afirma el autor del texto, que las vacunas evitarían la infección.
En general, los principales mensajes emitidos tuvieron más que ver con insistir en la prevención de la enfermedad, con que el principal objetivo de la vacunación es prevenir la covid-19 y disminuir su gravedad y mortalidad, que el fin de la vacunación era generar anticuerpos a la persona a la que se le administra para crear inmunidad, que conferían inmunidad protectora y reducían la replicación viral, y que, con todo, la mascarilla, la distancia social, la ventilación y la poca interacción social nos iba a acompañar todo el año.
“La vacuna contra la #COVID19 es el punto final de un largo proceso científico. El objetivo es generar anticuerpos a la persona a la que se le administra y crear inmunidad de grupo para minimizar el impacto del virus”, “Los estudios clínicos de las vacunas #COVID19 aprobados han evaluado hasta ahora la protección contra la enfermedad, no la infección”, “Los datos sugieren la tendencia de que las vacunas ya comienzan a tener un efecto protector en las personas mayores que viven en residencias”.
"Las pruebas PCR [son] […] máquinas de falsos positivos, sobre todo cuando operan más allá de 28-30 Ct (ciclos de amplificación). A pesar de ello, el gobierno de EE.UU., así como la gran mayoría de los gobiernos de Europa, recomendaba utilizar las pruebas en 40-45 ciclos de amplificación."
Harrington da aquí continuidad a una de las desinformaciones que más han circulado durante la pandemia: que, supuestamente, las PCR no son herramientas útiles para diagnosticar la covid-19, algo que ya hemos verificado en diversas ocasiones (aquí y aquí). De hecho, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) considera a estas pruebas “una herramienta vital para determinar el alcance de la pandemia”.
La PCR es una técnica que consiste en fotocopiar el material genético (ADN) extraído de un paciente hasta tener millones o miles de millones de copias donde poder identificar una secuencia en concreto, en este caso, del ARN del SARS-CoV-2. Para conseguir la detección, los laboratorios someten a la muestra a diversos ciclos de amplificación (Ct, por su nombre en inglés), hasta que la máquina es capaz de detectar el material genético en concreto.
“A cada ciclo, la máquina mide: ciclo 1, ¿hay señal? Es decir, ¿se ha producido la amplificación de mi fragmento? No. Pues voy al ciclo 2. ¿Se produce la señal? No. Pues voy al ciclo 3. Y así hasta que se produce la señal”, explica a Verificat Belén Barreiro, vicepresidenta de la Asociación Española de Bioempresas (AseBio) y directora general de Ingenasa. Cuanto antes sale el positivo, mayor es la carga viral: una muestra que positiviza tras 12 rondas tenía una cantidad de material genético viral más de 10 millones de veces superior a una que positiviza tras 35 ciclos.
Una prueba PCR “está estandarizada para someterla a cuarenta ciclos”, explica la experta, es decir, está programada para realizar 40 amplificaciones, tal como menciona Harrington en su texto. Ahora bien, a partir de cierto ciclo, entre el 35 y el 40 en función de la máquina y del fabricante, “todo lo que aparece puede ser o debido a contaminaciones, o que esas amplificaciones se producen de manera inespecífica”, por lo que los resultados “no se consideran positivos”. En otras palabras, el corte que establece qué resultados son válidos y cuáles no, no lo establecen los gobiernos, sino los fabricantes, y se encuentra por debajo de los 40 ciclos.
De hecho, la Estrategia de Vigilancia y Control de Indicadores del Ministerio de Sanidad explica que la evidencia científica disponible “asume que un umbral de ciclos alto [una Ct entre 30 y 35 ciclos] equivaldría a una carga viral sin capacidad infectiva”, aunque precisa que “este criterio debe ser validado por el laboratorio responsable en cada caso” dadas la heterogeneidad de la muestra y los diferentes equipos de realización de PCR disponibles. Dos equipos diferentes pueden arrojar resultados que varíen hasta en 8 ciclos para la misma muestra, según el Gobierno de Canadá.
"El santísimo CDC ha suprimido la PCR, sugiriendo que no distingue muy bien entre la covid y la gripe."
Es FALSO. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos no han suprimido las PCR, y mucho menos han sugerido que el motivo sea que no distinguen bien entre infecciones por covid-19 y gripe.
Lo que ha ocurrido, y así lo indican ellos mismos en un comunicado (que, por cierto, es de julio de 2021) es que los CDC han retirado el uso de la prueba diseñada por ellos mismos y autorizada para su uso de emergencia, el CDC 2019 Novel Coronavirus (2019-nCoV) Real-Time RT-PCR Diagnostic Panel, ya que “la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EEUU ha autorizado cientos de otras pruebas de diagnóstico de SARS-CoV-2, muchas de las cuales ahora tienen un mayor rendimiento o pueden detectar más de una enfermedad a la vez”.
O sea, que no es que hayan retirado todas las pruebas, sino solo aquella desarrollada por los CDC debido a la amplia oferta disponible en el mercado de otros test que funcionan igual o mejor: “En el momento en que los CDC implementaron el panel de diagnóstico de RT-PCR en tiempo real 2019-nCoV, no había otros métodos autorizados por la FDA disponibles en los Estados Unidos”, añade el organismo.
Esto no tiene que ver precisamente con que los test no sepan distinguir bien entre covid-19 y gripe. De hecho, en el anuncio oficial de la CDC no se menciona en ningún punto el asunto de la gripe como problema, sino más bien como propuesta: “Los CDC alientan a los laboratorios a considerar la adopción de un método multiplexado que pueda facilitar la detección y diferenciación del SARS-CoV-2 y los virus de la influenza”, ya que “pueden facilitar las pruebas continuas tanto para la influenza como para el SARS-CoV-2, y pueden ahorrar tiempo y recursos a medida que nos acercamos a la temporada de influenza”.
Sobre los test PCR que tienen la capacidad de detectar en un mismo análisis si la infección que cursa una persona es covid-19 o gripe ya hablamos aquí.
"Las PCR pueden dar falsos positivos hasta doce semanas después de una infección."
Efectivamente, lo que señala Harrington que dice Rochelle Walensky, directora de los CDC, para el programa norteamericano Good Morning America es que, sí, “el test PCR puede dar falsos positivos hasta 12 semanas” desde la infección, pero es una frase sacada de contexto dentro de una conversación que gira en torno a la decisión del organismo de reducir a cinco días el periodo de aislamiento para casos positivos por covid-19. En este sentido, el periodista le preguntaba por qué no era obligatoria una prueba PCR tras estos cinco días, a lo que ella contestaba que “en la mayoría de los casos, las infecciones se producen dentro de los primeros cinco días” desde que uno se ha infectado y que, por lo tanto, si confiaran en los resultados de las PCR “podríamos tener a mucha gente aislada” durante mucho tiempo.
Es decir, que sí, las PCR dan positivos durante un tiempo prolongado, pero la capacidad infectiva del virus solo dura los cinco primeros días en la inmensa mayoría de los casos. Esto ocurre porque la PCR —siglas de polymerase chain reaction— es “una técnica muy sensible” que es capaz de detectarlo [al detritus]”, señala Belén Barreiro, pero insiste en que “no indica que haya virus, sino “trozos de éste que no están activos, esto es, que no funcionan”.
“Las PCR lo que detectan es la presencia de ARN del virus, no del virus específicamente”, explica la experta. “En muchas ocasiones, a pesar de haber superado la infección, te encuentras con que las células de tu cuerpo todavía mantienen restos de ese RNA viral, que no está activo, pero está ahí, como detritus en las células que las PCR detectan”, resume.
En cualquier caso, Barreiro considera que doce semanas “es demasiado” tiempo, porque en ese periodo “prácticamente todas las células del epitelio se han renovado”.
"Los no vacunados tienen resultados considerablemente mejores que los vacunados frente a las nuevas variantes del virus."
El debate en torno a qué tipo de inmunidad es mejor, si la adquirida por la vacuna o la natural, lleva sobre la mesa desde el mismo inicio de la campaña. Los expertos suelen coincidir por norma general en que, aunque la inmunidad natural puede ser segura y duradera, para adquirirla es necesaria la infección, lo cual supone un riesgo para la salud de las personas: “El problema es que el riesgo asociado a la infección en personas no vacunadas (enfermar gravemente o desarrollar covid prolongada) es considerable”, indica a Verificat Adelaida Sarukhan, inmunóloga y redactora científica del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona.
“Por eso, la mejor prevención sigue siendo la vacunación (algo que también indica el documento facilitado por Harrington). Y en gente que ya ha pasado la infección, una dosis de vacuna fortalece significativamente la protección, sobre todo frente a ómicron”, concluye la inmunóloga.
De hecho, ni siquiera el estudio que adjunta el autor sostiene que los “no vacunados tienen resultados considerablemente mejores que los vacunados frente a las nuevas variantes de virus”, sino que lo que muestra, tal y como puntualiza Sarukhan, es que “la mayor incidencia de casos y hospitalizaciones es en gente no vacunada y sin infección previa, mientras que la menor incidencia es en gente vacunada con infección previa, independientemente de la variante”.
Lo dice en el mismo documento: “Antes de que la variante delta se convirtiera en la predominante en junio, las tasas de casos eran más altas entre las personas que sobrevivieron a una infección previa que entre las personas que solo habían sido vacunadas. A principios de octubre, las personas que sobrevivieron a una infección anterior (vacunadas o no) tenían tasas de casos más bajas que las personas que solo se vacunaron”. Por lo tanto, las conclusiones de Harrington respecto al documento que adjunta y las del artículo en sí no coinciden.
"Que Israel, así como varios de los países más vacunados del mundo, ha tenido una proliferación de casos y de muertes por covid extraordinaria durante enero, mientras países como Japón, Sudáfrica e India, donde la presión para vacunarse es bastante baja, y donde, por ejemplo, en el caso de Japón, se ha distribuido ivermectina ampliamente entre la población, las cifras son muy superiores."
El papel de la ivermectina para tratar infecciones de covid-19 se ha discutido largo y tendido durante toda la pandemia, pero los ensayos clínicos no han sido capaces de demostrar que sea realmente efectiva para evitar infecciones, casos graves o muertes, algo que sí ocurre con las vacunas aprobadas hasta la fecha.
Con todo, los rumores sobre una supuesta capacidad para evitar contagios y fallecimientos han seguido circulando por Internet, con mensajes en los que se pone como caso de éxito a países como Japón o Sudáfrica, tal y como hace Harrington en el artículo. Sin embargo, como ya indicamos en este artículo, aunque la Asociación Médica de Japón recomendó en su día su uso, la postura del Ministerio de Salud de Japón es diametralmente opuesta: tal y como indica la agencia France Presse, las pautas oficiales establecen que "en comparación con el tratamiento estándar y el placebo, la ivermectina no redujo las muertes, acortó el período de hospitalización ni mejoró el tiempo de desaparición del virus". Por lo tanto, es FALSO que en Japón se haya usado de forma general.
Hay que recordar que la ivermectina es un antiparasitario de amplio espectro que se utiliza para tratar la oncocercosis (ceguera de los ríos), la estrongiloidiasis y otras helmintosis, así como la sarna. Está incluido en la lista de medicamentos esenciales de la OMS como tratamiento de varias enfermedades parasitarias. En enero de 2021 fue aprobado en Sudáfrica como tratamiento por motivos compasivos en un programa de acceso controlado, pero el país desaconseja frontalmente su consumo más allá de estos márgenes establecidos. De hecho, no se ha aprobado el uso de ivermectina como tratamiento contra la covid-19 en ningún país del mundo fuera de ensayos clínicos.