La mayoría del agua de grifo en Barcelona no procede ya de los ríos (y eso afecta a su sabor, pero no a su seguridad)
Las reservas de agua en Catalunya se encuentran en la comunidad autónoma al 16% de …
Las reservas de agua en Catalunya se encuentran en la comunidad autónoma al 16% de su capacidad, límite por debajo del cual se activa el escenario de emergencia y las restricciones, que ya se vienen aplicando desde la declaración del estado de preemergencia el 23 de noviembre, se endurecen y generalizan a todos los usos del agua.
La falta de agua extrema también influye en la procedencia del agua de grifo, muy distinta a un año normal, según datos facilitados a Verificat por Aigües de Barcelona (Agbar), la empresa público-privada responsable de la gestión del ciclo del agua en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). “En la situación actual de sequía, el 19% del consumo es agua superficial [ríos], el 23% subterráneo, el 33% desalinizado y el 25% regenerado”, explica su gabinete de prensa. En un escenario normal, sin sequía, tres cuartas partes del agua que consumimos viene de los ríos, un 21% de acuíferos subterráneos y el 5% restante de las desalinizadoras.
Este cambio en el origen del agua del grifo altera su sabor, por lo que puede cambiar los patrones de consumo de la población barcelonesa. De hecho, y según una encuesta realizada por investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y del Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona (IERMB), la razón principal que los barceloneses dieron para decantarse por el agua embotellada fue el mejor sabor y olor (el 51,3%).
El sabor del agua cambia en función del origen
Desde Aigües de Barcelona explican que tanto el origen como el nivel de cloro del agua determinan su sabor, aunque no la calidad del producto que llega a los grifos de la población. Estos factores se ven alterados en épocas de sequía porque, en primer lugar, cuanta menos agua disponible hay en los acuíferos, más ha de tratarse.
“Si hay más sequía, todo lo que son contaminantes que pueda tener el agua que entra en la potabilizadora aumentan de concentración, es decir, se disuelven en un contenido de agua menor. Por lo tanto, será más difícil potabilizar esta agua y llegar a los estándares de calidad”, indica a Verificat Núria Bonada, catedrática y experta en el estudio de la biodiversidad, la ecología, la conservación y la gestión de los ecosistemas de agua dulce de la Universitat de Barcelona (UB).
Coincide con ella Joaquim Farguell, investigador del Institut de Recerca de l’Aigua (IRdA) de la UB, quien puntualiza en conversación con Verificat que “la calidad del agua del grifo no debería verse alterada, ya que es misión y función de la planta potabilizadora trabajar para mantener la calidad del agua potable”.
Aigües de Barcelona ha ajustado sus «procesos y actuaciones» a tal efecto, según asevera su departamento de comunicación a Verificat.
Pero es que, además, el cambio de origen —de ríos a desaladoras— puede alterar el sabor del agua, puesto que “se añaden sales minerales al agua desalada y puede tener concentraciones de sales distintas a las habituales, cosa que para los más sensibles se refleje en un cambio en el sabor el agua”, añade Farguell.
Más tratamiento, ¿más insegura?
Por otro lado, que el agua que llega a las potabilizadoras sea de menor calidad no significa que la que sale también lo sea, puesto que el agua del grifo se trata siguiendo los valores de referencia para los parámetros químicos fijados.
Esos parámetros se establecen “siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), considerando un consumo sanitariamente seguro del agua durante toda la vida”, señalan desde Aigües de Barcelona. Este consumo “sanitariamente seguro” lo calculan a partir de la estimación de la ingesta durante 70 años de dos litros de un agua que contenga cualquiera de los compuestos con el nivel de los valores de referencia establecidos.
La calidad del agua se rige por normativas europeas
Los niveles de calidad del agua del grifo se rigen tanto por normativa europea como por la legislación española, a través del Real Decreto 3/2023 del 10 de enero. En Barcelona, es el grupo Agbar el encargado de gestionar los análisis y los controles sobre la calidad del agua, cuyo tratamiento se hace en las plantas potabilizadoras (ETAP).
Los informes muestran tanto los tratamientos a los que ha sido sometida el agua de una determinada zona —recloración, ozonización, desinfección, etc.—, y certifican que el agua es apta para consumo humano. Además, se trasladan al Ministerio de Sanidad y se publican en el Sistema de Información Nacional de Aguas de Consumo (SINAC).
Pero es que además de la labor de autocontrol de las empresas suministradoras, existe la vigilancia sanitaria de las aguas de consumo, la cual es responsabilidad por ley de la Administración sanitaria. En el caso de Barcelona, esta tarea depende de la Agència de Salut Pública de Barcelona y, en el resto del área metropolitana, de la Agència de Salut Pública de Catalunya.
El consumo medio de agua corriente en Cataluña es de unos 117 litros por habitante y día, mientras que la OMS establece que el límite mínimo necesario es de 100, según datos de la Generalitat.
En cuanto al agua embotellada (sin gas), y según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), se consumieron un total de 86,6 litros por habitante y año en 2022, última fecha de la que se disponen datos.