Las renovables tienen una huella de carbono decenas de veces menor que las fósiles pese al impacto inicial de su construcción
Te explicamos por qué merece la pena invertir en energías renovables para sustituir las energías fósiles.
¿Qué se ha dicho?
Que, debido a que la mayoría de las emisiones de GEI de las energías renovables se producen durante la fase de construcción de los parques eólicos o fotovoltaicos, existe la idea generalizada de que no merece la pena invertir en estas tecnologías para sustituir las energías fósiles.
¿Qué sabemos?
Que se trata de un razonamiento engañoso, y no tiene en cuenta el ciclo de vida completo, sino solo la fase de fabricación. Por ejemplo, en el caso de las energías fotovoltaicas se genera más huella de carbono en la fase de construcción que en el de una central térmica, pero luego esta es sustancialmente mayor en las centrales térmicas durante la fase operativa (es decir, cuando está siendo utilizada para generar energía).
La mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de las energías renovables se producen durante la fase de construcción de los parques eólicos o fotovoltaicos. Por esto, existe la idea generalizada de que no merece la pena invertir en estas tecnologías para sustituir las energías fósiles. Se trata de un razonamiento engañoso que no tiene en cuenta el ciclo de vida completo, sino solo la fase de fabricación. Por ejemplo, en el caso de las energías fotovoltaicas se genera más huella de carbono en la fase de construcción que en el de una central térmica, pero luego esta es sustancialmente mayor en la fase operativa en las centrales térmicas (es decir, cuando está siendo utilizada para generar energía).
Para comparar el impacto medioambiental de los diferentes tipos de energía hay que tener en cuenta las emisiones producidas durante todo el ciclo de vida de los parques que la producen, desde la obtención de materias primas para fabricar la tecnología hasta su desmantelamiento y gestión de los residuos. Las energías fósiles (petróleo, carbón y gas) tienen una huella de entre 469 y 1.001 gramos de CO2 eq/kWh, frente a los alrededor de 16 g de CO2 eq/kWh de la eólica, los entre 4 y 14 g CO2 eq/kWh de la hidráulica, y los entre 30 y 80 g de CO2 eq/kWh de la fotovoltaica, los tres tipos principales de energías renovables de España, según el mismo análisis del IPCC, que expresa los datos en CO2 equivalente por kilovatio hora (CO2 eq/kWh).
La mayor cantidad de energía renovable producida en España procede del viento (21,8%), del agua (12,2%), y del Sol (6,1%), pero los análisis del ciclo de vida de las distintas formas de producción de energía "dependen mucho de las fuentes que tomes", tal como explica a Verificat Alicia Valero, coodinadora del grupo de investigación de Ecología Industrial del Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (Instituto CIRCE). Aunque no son completamente rigurosos, son indicadores de referencia para comparar el impacto medioambiental de las energías fósiles y las renovables.
Comparar las emisiones
Las renovables presentan, de media, entre 10,9 y 250,25 veces una menor huella de carbono que las no renovables, si comparamos las cifras que arroja el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Esta estimación puede variar a lo largo de los años y también del análisis de ciclo de vida utilizado, pues las tecnologías analizadas evolucionan, así como las herramientas y materias primas que emplea.
Por ejemplo, en el caso de la energía eólica, el informe del IPCC indica que presenta una huella de carbono que va de los 14,4 a los 18,4 g de CO2 equivalente por kWh para ubicaciones en tierra y en alta mar, unas cifras mayores a las que presenta la energía hidráulica, que tiene entre 4 y 14 g CO2 eq/kWh.
Sin embargo, diez años después de la publicación de este informe la cifra ha podido quedar desfasada. Por ejemplo, en la actualidad los expertos señalan que la energía eólica es la que menos huella de carbono presenta, tal y como indica este report de 2019 y este otro de 2014, en el que un grupo de investigadores concluyó, tras comparar el ciclo de vida de las renovables que hacían ellos respecto a los datos del IPCC, que habían demostrado la varibalidad de las estimaciones “de las emisiones de GEI en los análisis del ciclo de vida”, y que “si bien algunas de estas diferencias pueden reflejar diferencias reales en las emisiones de GEI”, otras “pueden deberse en gran medida a suposiciones y otras opciones de modelado”. Por ejemplo, habrá informes en los que se tendrán en cuenta únicamente las emisiones directas —el dióxido de carbono que emite el propio aerogenerador—, mientras que otras también pueden incluir las indirectas —el CO2 que se emite al transportar las materias primas necesarias para construir los paneles—.
Las placas fotovoltaicas concentran los impactos ambientales en su fase de fabricación, un proceso en el cual se usan materiales como el silicio, el cadmio o el germanio, entre otros, para cuya producción es imprescindible tanto la minería como procesos de purificación que emplean materiales peligrosos para la salud humana y medioambiental. Otros, como el indio, el selenio o el galio, son considerados materiales raros, es decir, son escasos y plantean problemas de riesgo de suministro.
Aspectos como la capacidad de cada placa de convertir energía —que va del 3 al 15%, según el modelo— así como su vida útil —entre 15 y 30 años— también pueden afectar a la cantidad total de emisión de GEI, tal y como indica este informe. Precisamente por esto, existe una amplia variabilidad de estimaciones de emisión de gases de efecto invernadero según el tipo de panel, yendo desde los 30 y los 80 gramos de CO2 eq/kWh, según el análisis del IPCC. Es, por tanto, la energía que más contribuye a a las emisiones de GEI para las tecnologías de generación de electricidad renovable.
Los datos en su contexto
“Cualquier central térmica emite mucho más que las energías renovables”, indica a Verificat Eloy Sanz-Pérez, profesor titular de la del departamento de Tecnología Química, Energética y Mecánica de la Universidad Rey Juan Carlos (URCJ), y experto revisor del IPCC, algo en lo que también insiste Jaime Nieto Vega, investigador en el Grupo de Energía Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid, quien remite a un análisis de ciclo de vida que muestra claramente que los gases de efecto invernadero que se emiten, “contabilizando todas las fases de producción, es varias veces mayor en las fósiles”.
Pedro Fresco Torralba, director general de Transición Energética de la Comunidad Valenciana, insiste a Verificat que la mayor parte de las emisiones de CO2 que emiten las energías renovables vienen de la construcción, mientras que en el caso de centrales térmicas, es después de construirlas: “Imagínate que yo gasto en una central térmica 100 toneladas [de materiales], y en hacer un aerogenerador, 200 toneladas. Claro, emites más CO2 en fabricar 200 toneladas que en fabricar 100, pero la que ha gastado 200 no te va a generar nada de CO2 durante los 20 o 30 años que te funcionen, mientras que la otra te va a generar CO2 a cada segundo”.
De hecho, una revisión sobre el tema publicada en 2019 insiste en este punto, indicando que “para las tecnologías renovables, la infraestructura es la fase del ciclo de vida que más colabora en las emisiones totales de GEI, con una contribución de hasta el 99%, mientras que para las tecnologías no renovables la fase de operación es la que más colabora, con una contribución que va desde 80% a 90%”.