El frío no provoca resfriados, pero puede favorecerlos

Pasar más tiempo en espacios cerrados y la ralentización de las defensas son los factores determinantes.


Cuando bajan las temperaturas, el número de resfriados sube. ¿Cómo se explica esto? A priori, parece que no debería influir porque los resfriados, como el resto de enfermedades infecciosas, están provocados por microorganismos. Distintos vídeos de Youtube analizan el tema, ya que está demostrado que en las estaciones más frías nos resfriamos con más frecuencia. "No es una leyenda urbana", tal y como indica a Verificat Pere-Joan Cardona, jefe del servicio de Microbiología en el Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.

Existen varias razones que pueden explicar este aumento de resfriados en invierno. Pasar más tiempo en espacios cerrados, donde el aire no se renueva de forma tan habitual, sumado a una ralentización” de las defensas por las bajas temperaturas, creará las condiciones ideales para el ataque por parte de estos patógenos.

Pasamos más tiempo en espacios cerrados

“En invierno, nuestras actividades sociales pasan de exteriores a interiores, entonces si un sitio está mal ventilado, hay mayor probabilidad de transmisión de estos virus respiratorios”, indica a Verificat Víctor Jiménez Cid, catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del grupo de difusión de la Sociedad Española de Microbiología (SEM).

Como muchas personas hemos aprendido durante la pandemia, cuando hablamos, expulsamos gotículas que pueden acumularse en los espacios cerrados, favoreciendo la transmisión de estos microorganismos. Lo mismo ocurre si tosemos, cantamos o estornudamos: las partículas que expulsamos (sin quererlo y sin ser conscientes de ello) podrán contribuir a esparcir estas infecciones.

La baja temperatura también afecta a las defensas

La temperatura sí afecta a los mecanismos de defensa corporales. Jiménez apunta que “las defensas de las vías respiratorias funcionan de forma óptima a la temperatura corporal”, que es de 36 grados y medio, o incluso a algunos grados menos en las vías respiratorias —en la tráquea, la temperatura puede bajar de 32 a 20 grados si pasamos de respirar aire a temperatura normal a aire frío, y de 35 a 31 grados en los bronquios en la misma situación—, debido a que estamos inhalando constantemente aire frío que puede enfriar estos órganos. Las defensas de la vía respiratoria, compuestas en gran parte por mucosas, son "como un campo de batalla, donde siempre hay patógenos y posibles patógenos", explica Jiménez, entendiendo a los posibles patógenos como microorganismos oportunistas, que no causan patologías en estado normal, pero que pueden volverse invasivos cuando las defensas están alteradas. Puesto que continuamente estamos respirando, entramos en contacto con una gran variedad de microorganismos, de los cuales muchos no tienen por qué ser patógenos, pero algunos sí.

Si la temperatura corporal baja por debajo del umbral de 36,5°C, algunas de nuestras defensas se pueden ralentizar, es decir, algunos de los mecanismos de la inmunidad innata —primera barrera que encontrarán los virus cuando intentan invadir las células de las nuestras mucosas— funcionarán de forma menos eficaz. Así pues, la respuesta ante los microorganismos patógenos puede verse afectada y podemos sufrir una infección con mayor facilidad.

¿Pero a qué temperatura debe estar ese aire para afectar a nuestro sistema inmunitario? Pues, tal y como apunta Jiménez Cid, "inhalar aire a 20-25 grados no afecta tanto (…) a las mucosas respiratorias". Por el contrario, el experto indica que inhalar aire a 0°C sí puede suponer una bajada de temperatura local en mucosas de más de 10°C que disminuya la efectividad de la inmunidad innata y la eficacia de la respuesta antiviral. Es decir, hablamos de bajas temperaturas, que nosotros mismos ya percibimos como frío.

Protegernos a veces es tan sencillo como respirar por la nariz, en lugar de hacerlo por la boca, ya que, como apunta Cardona, "la nariz atempera la temperatura del aire" y actúa como primer mecanismo de defensa para que, cuando entra el aire, este esté a una temperatura que se acerque a los 35-36 grados. Esta es la razón por la que, en invierno, las personas con bronquiopatías —enfermedades que afectan a los bronquios, que son los conductos en los que se divide la tráquea cuando llega a los pulmones— pueden sufrir exacerbaciones de su enfermedad —episodios que se dan durante el transcurso de la enfermedad y que cursan con un agravamiento de los síntomas—. De acuerdo con Pere-Joan Cardona, esto se debe a que "les entran más microorganismos".

Unos micropelos que limpian las vías del aparato respiratorio

Jiménez Cid lo ejemplifica con el aclaramiento mucociliar, el mecanismo principal para eliminar las partículas que inhalamos. “Las mucosas de las vías respiratorias bajas tienen unos cilios [una especie de pelos flexibles] (…) que se están moviendo continuamente, (…) empujando cualquier partícula que quede enganchada al moco hacia fuera”, explica. Si baja la temperatura, la velocidad a la que trabajan estos mecanismos es más lenta y, por tanto, no cumplirán su función de forma tan eficaz.

Es decir, la infección la causará un microorganismo, pero se aprovechará de esa pérdida de equilibrio entre las defensas y la capacidad de ataque que mantenía neutralizado el patógeno hasta ese punto. “Cuando ‘bajan las defensas' —que puede ser por, por ejemplo, por una bajada temporal de la de temperatura que hace que nuestras células se paralicen—, el patógeno podrá aprovechar esta oportunidad”, explica Jiménez Cid. La bajada de temperaturas supondría una ventaja para el microorganismo, que “lo tendrá más fácil” para provocar la infección.

Mantener una higiene correcta vs abrigarse mucho

Esta situación es la misma que se da en caso de comer o beber algo muy frío. Jiménez Cid apunta que “probablemente tiene que ver con una bajada de temperaturas en la faringe, que ralentiza los mecanismos, (…) que [en una situación normal] son eficaces para mantener a raya a posibles patógenos” y, por tanto, pierden parte de su capacidad para defendernos de las infecciones.

Ahora que sabemos el origen de los resfriados, entenderemos mejor las recomendaciones que realizan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos para evitarlos; el organismo destaca la importancia de lavarse las manos de forma frecuente, mantener la distancia con las personas enfermas y practicar buenos hábitos de higiene al toser y estornudar. Es decir, una serie de medidas orientadas a evitar la transmisión de los microbios causantes.

Antes de que lleguen los rigores del invierno, la suma de las temperaturas moderadas, que propicia la realización de actividades sociales en exteriores, y la ventilación natural en los hogares y espacios sociales, también consecuencia del clima cálido, ayudan a reducir el riesgo de que se produzcan “supercontagios”, según Jiménez Cid.

Abrigarnos nunca está de más, ya que, como hemos visto, la bajada de la temperatura corporal puede afectar a nuestro sistema inmunitario. Sin embargo, aunque nos abriguemos, si entramos en contacto con el microorganismo patógeno, probablemente estaremos condenados a pasar, una vez más, por un resfriado.

european media and information fund