¿Qué evidencia hay sobre restringir el uso de móviles a menores de 16 años?
La investigación científica no ha hallado una edad adecuada a la que dar un móvil a un adolescente.
¿Qué se ha dicho
Que diferentes estudios y publicaciones exponen los aspectos negativos que el uso de estos dispositivos comporta en los menores de 16 años y que, por tanto, el uso del móvil debería quedar prohibido antes de esa edad.
¿Qué sabemos?
No hay evidencia científica que constate cuál es la edad a partir de la cual se puede emplear el teléfono móvil sin riesgos. La evidencia hasta la fecha sugiere que los efectos del móvil en adolescentes dependen de cómo y en qué contextos se use. Las redes sociales en particular sí se han asociado con una peor salud mental y mayor propensión a sufrir depresión y llevar a cabo actividades de riesgo, pero contribuyendo como un factor más entre otros desencadenantes.
Estos días proliferan en Telegram grupos de familias y personal educativo con miles de participantes que piden retrasar la edad a la que los menores pueden acceder a un teléfono hasta, por lo menos, los 16 años. Una madre ha recogido más de 40.000 firmas para prohibir los dispositivos a los menores de esa edad. Las iniciativas, que han llegado prácticamente a todos los medios de comunicación a nivel nacional, aseguran que diversas publicaciones científicas relacionan el uso de estos dispositivos por parte de los más jóvenes con diversos riesgos para su salud y bienestar.
Los estudios e informes consultados por Verificat, consistentes en metaanálisis y revisiones sistemáticas —publicaciones que recogen las conclusiones de estudios realizados en torno a un mismo tema— no han podido establecer todavía qué edad es la correcta o la más adecuada para entregar un teléfono móvil a los adolescentes. Si bien es cierto que numerosos estudios han asociado el uso de estos dispositivos en adolescentes con un aumento de problemas de salud mental y una bajada del nivel educativo, el análisis exhaustivo de los diferentes trabajos afirma que no se ha podido demostrar que sean consecuencia directa del uso del móvil, sino que hay que investigar uso que se hace de él, con todos los matices que esto conlleva. ¡Te lo explicamos!
No existe edad correcta a la que empezar a usar un teléfono móvil
La evidencia científica no ha podido establecer una edad adecuada a la que dar un teléfono móvil a un menor. Así lo refleja la última publicación al respecto, una revisión de más de 100 metaanálisis sobre los efectos de las pantallas compartida este lunes en Nature Human Behaviour. El trabajo argumenta que las diferencias en el desarrollo de la infancia y la adolescencia, unidas a la diversidad de usos que se da a los dispositivos, no permiten, por ahora, establecer una edad adecuada, desde el punto de vista de la ciencia, para comenzar a usar pantallas.
“Encontramos que lo que los niños hacen en sus dispositivos es mucho más importante que el dispositivo en sí, así que prohibir teléfonos probablemente no aborde la raíz del problema”, explica en un correo a Verificat Taren Sanders, científico de datos en el Instituto para la Psicología Positiva y la Educación de la Universidad Católica de Australia, y líder del citado estudio.
La Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) llega a la misma conclusión en cuanto al uso de redes sociales tras revisar la evidencia hasta abril de 2023. La entidad apunta, eso sí, que los riesgos potenciales asociados a estas plataformas, como una peor salud mental, conductas de mayor riesgo en la vida real, el sexting o el ciberacoso, entre otros, son mayores si se comienzan a usar entre los 10 y los 14 años, que a partir de los 18.
“Además del planteamiento de cuándo dar un teléfono móvil a mi hijo, hay que hacerse otras preguntas: ¿Mi hijo está preparado con lo que supone? ¿Yo como padre o madre estoy preparada/o para estar presente, poner límites, luchar por esos límites, educar y ser su mejor ejemplo? ¿Para qué lo necesita?”, reflexiona en un correo a Verificat María Salmerón, pediatra y coordinadora del grupo de trabajo de Salud Digital del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que ha encabezado el desarrollo de una guía de buenas prácticas del uso de dispositivos electrónicos en la familia.
¿Es el móvil realmente perjudicial?
Por tanto, la conclusión de las expertas es que las pantallas no son peligrosas per se, sino que presentan riesgos y oportunidades que dependen del dispositivo, del uso que se le dé y del contexto de cada individuo. También es la conclusión principal de la revisión encabezada por Sanders, según la cual la mayoría de usos tenían consecuencias tanto positivas como negativas para la salud de las personas. En el caso de las redes sociales, los investigadores encontraron solo efectos perjudiciales fundamentalmente relacionados con la salud mental, como un mayor riesgo de depresión y de comportamientos de riesgo. Enfatizan, eso sí, que tales efectos son pequeños.
“Cuestiones como la depresión y la salud mental son complejas, y si bien el tiempo ante la pantalla puede ser parte del problema, ciertamente no es la única variable”, describe el científico de datos australiano. Sus conclusiones son similares a otras revisiones paraguas, que han evaluado los hallazgos de revisiones sistemáticas y metaanálisis publicados sobre el tema, y que consideran las asociaciones entre uso de pantallas y salud mental “débiles” e “inconsistentes” (1, 2, 3).
La revisión de revisiones también encuentra efectos perjudiciales de otros usos de los teléfonos, aunque las asociaciones débiles son la tónica que se repite una y otra vez. Por ejemplo, los investigadores encontraron que el consumo de contenido sexual aumenta el riesgo de tener comportamientos de riesgo, que la publicidad de comida ultraprocesada aumenta la ingesta de calorías, y que el uso de pantallas, en general, se asocia de manera muy ligera con una menor cognición. Los expertos descartan, sin embargo, que estos hallazgos permitan generalizar que el uso de pantallas es perjudicial para adolescentes (y adultos).
“La evidencia […] es insuficiente para ser concluyente sobre la existencia de efectos sustanciales del uso de pantallas sobre el bienestar y la salud”, sintetiza José César Perales, catedrático de Psicología en la Universidad de Granada, en declaraciones a Science Media Centre España, pero advierte que “al igual que no puede concluirse que esos efectos existan, tampoco puede concluirse que no existan”. En su opinión, “es pronto para justificar una alarma desproporcionada por el uso de pantallas”.
Para María Salmerón, de la AEP, en cambio, los datos disponibles son suficientes para constatar que “tenemos un problema sobre la mesa”. La pediatra coincide en que “hay que hacer más estudios y dedicar más recursos a la investigación”, pero apunta que, mientras tanto, “no podemos mirar hacia otro lado”.
Más allá de la disparidad de resultados y de lo limitado de la evidencia, este campo de investigación cuenta con la dificultad extra de depender exclusivamente de estudios observacionales, lo que dificulta extraer relaciones de causa-efecto. “No podemos saber del cierto si, por ejemplo, las redes sociales provocan una peor salud mental, o si aquellos con una peor salud mental son arrastrados a las redes sociales”, concluye el investigador australiano.
El móvil en las aulas
El debate social generado al respecto en las últimas semanas ha propiciado el anuncio por parte del Departamento de Educación de la Generalitat de Catalunya de un proceso participativo para regular el uso de los móviles en todos los centros educativos durante 2024. Hasta ahora, y según una encuesta del departamento, la mitad de centros catalanes dispone de una regulación sobre el uso de teléfonos móviles, y el 23% ya los prohíbe. En el resto de España, el uso del móvil con fines pedagógicos se permite en el 50,6% de los centros, mientras que para bachillerato esa cifra sube al 57,3%, según la encuesta Sociedad de la Información en los centros correspondiente al curso 2020-2021 del Ministerio de Educación. Por comunidades autónomas, el mayor uso se da en términos de porcentaje en Extremadura, Castilla y León y Catalunya, aunque todas estas cifras pueden haber variado en los últimos años.
Con todo, la postura del Departamento de Educación no es la prohibición total del uso, sino “de educar”, tal y como ha asegurado la consejera de Educación de la Generalitat, Anna Simó, en el Parlament. Es esta, de hecho, una de las conclusiones a las que ha llegado también Sanders, el autor principal de la revisión paraguas citada previamente, quien asegura “no haber observado ninguna evidencia de calidad sobre los teléfonos móviles y los resultados educativos”.
Mientras tanto, organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) no se muestran muy favorables al empleo de ordenadores y teléfonos en las aulas. En un informe al respecto publicado en 2023, señala que hasta uno de cada cuatro países —sobre todo de Asia— han introducido restricciones sobre el uso de los móviles en los colegios.
Aunque el organismo reconoce que los dispositivos electrónicos inteligentes pueden mejorar ciertas formas de aprendizaje en contextos concretos —como durante la pandemia o en determinadas modalidades de aprendizaje, como las matemáticas— recomienda, basándose en la evidencia científica recogida en el informe, que los móviles en los colegios solo sean utilizados cuando realmente apoyen al aprendizaje.
Otros análisis han llegado a conclusiones similares, como el del comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes de Reino Unido, que en 2019 presentó un trabajo sobre el Impacto de las redes sociales y el uso de pantallas en la salud de niños y jóvenes, y que recoge más estudios al respecto que demuestran cómo la restricción de los aparatos mejora el rendimiento académico de los estudiantes, sobre todo de aquellos con resultados educativos más bajos. Otro estudio español encontró que las restricciones reducían considerablemente la incidencia del bullying entre estudiantes de entre 15 y 17 años.