Los portales de Barcelona también son refugios climáticos donde estar fresquitos

Parte de la culpa radica, paradójicamente, en que nos encontramos en una ciudad


¿Qué se ha dicho?

Que los portales de viviendas de Barcelona pueden actuar de refugios climáticos.

¿Qué sabemos?

La poca luz del Sol que llega, el estar rodeados de viviendas colindantes, la decoración habitual con baldosas y mármoles y el hecho de que no viva nadie, ayudan a mantener la temperatura más baja que en otros espacios.

Con el verano en marcha y el calor sofocante, andar por Barcelona a ciertas horas del día se convierte en una misión casi imposible. El salto de sombra en sombra para mitigar el calor cobra protagonismo como juego predilecto del ciudadano al que le ha tocado circular por la calle un mediodía tórrido. Estos pequeños respiros puntuales que ofrecen fachadas y vegetación encuentran a su hermano mayor en los refugios climáticos repartidos por la ciudad.

Este año, el Ayuntamiento ha habilitado 227 espacios como refugios climáticos. Zonas interiores o exteriores (parques y jardines) adaptadas para dar un respiro termométrico a la población, especialmente la más vulnerable (bebés y personas mayores), durante las olas de calor, cada vez más frecuentes a causa del cambio climático. Pero más allá de los espacios públicos habilitados a tal efecto, existe un tercer aliado de la población en la lucha contra el calor que, en ocasiones, pasa desapercibido: los portales de los edificios.

Muy lejos del sol

Las entradas barcelonesas (y las de las ciudades en general) son frescas. Son espacios en los que podemos refugiarnos del calor de la calle e, incluso, encontrarnos mejor que en nuestra casa. Y parte de la culpa radica, paradójicamente, en que nos encontramos en una ciudad.

«Habitualmente, las porterías se caracterizan por […] tener poca aportación solar, tanto directa como difundida», explica a Verificat Norbert de Sansimon, ingeniero especialista en eficiencia energética de ESITEC, una empresa especializada en la eficiencia energética. Las terrazas de los vecinos, los edificios del otro lado de la calle y los árboles que acompañan a muchos tramos de acera de la ciudad limitan la cantidad de luz solar que entra dentro de los portales. En consecuencia, hay «muy poco aporte de calor en forma de radiación solar», continúa el experto.

La luz directa del Sol es una fuente importante de calor, por eso notamos más fresca cuando nos refugiamos en la sombra. Sin embargo, el calor tiene otras vías de entrada a los edificios: también se transmite a través de las paredes.

El exterior es tan importante como el interior

En Barcelona es raro encontrarnos una casa aislada. Los edificios más comunes son los bloques de pisos de paredes colindantes y esto, de nuevo, actúa a nuestro favor en situaciones de máximo calor.

Por lo general, las porterías suelen tener una única pared en contacto con el exterior. El resto dan a edificios vecinos o habitaciones interiores, y el techo toca el piso de arriba. Son habitáculos que, más o menos, están a la misma temperatura, por lo que en la portería hay “muy poco aporte de calor exterior a través […] de las fachadas (pared en contacto con el exterior)”, apunta de Sansimon. A las olas de calor les cuesta encontrar una vía de entrada a estos espacios.

Este efecto se acentúa si el edificio no tiene párquing ni sótano. El hecho de estar en contacto directo con el suelo, que siempre está más frío, permite que el calor del portal se escape hacia abajo, manteniéndose así el fresco en el ambiente.

María Teresa Cuerdo, investigadora del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (IETcc-CSIC), señala también el rol que puede desempeñar la decoración de estos recintos en su temperatura. “Esta decoración […] suele hacerse con materiales pétreos o cerámicos, como baldosas y mármoles”, los cuales absorben mucho calor antes de calentarse y permiten mantener la portería “más fresca”, explica en un artículo escrito en The Conversation.

El efecto chimenea

Otro elemento estructural que ayuda a mantener frescos los portales, aunque en menor medida, es, según ambos expertos, el agujero de la escalera. El aire frío es más denso que el aire caliente —pesa más—, por lo que el calor tiende a subir y acumularse en las capas más altas del edificio, manteniendo los niveles inferiores fresquitos. Esto se acentúa si se abre una puerta y se genera una corriente de aire, lo que se conoce como efecto chimenea.

¿Y si nos mudamos al portal?

Por mucho que lo parezca, mudarnos al portal de casa no sería una forma efectiva de paliar el calor ambiental. El hecho de que las personas pasemos por los portales de forma esporádica y en espacios breves de tiempo es fundamental para mantener la frescura: “Los humanos, en condiciones ‘estándar’ emitimos cerca de 300 W [300 vatios, unas cinco veces la potencia de una bombilla convencional] cuando caminamos” aproxima el ingeniero, por lo que “si todos los vecinos y vecinas decidiéramos mudarnos [a la portería], probablemente perdería el efecto [fresco] pasadas unas horas”.

Aunque la mudanza permanente no sea una opción viable, utilizar de forma puntual los portales como refugio climático en los tórridos medios días veraniegos no parece una mala idea. Barcelona esconde verdaderos tesoros en forma de portales modernistas a lo largo y ancho de la ciudad que, además, podemos aprovechar para visitar.